Mi vida de jubileta By Albin inspirándose en Kontonio

Colaboración que realicé en su día para “Los Miércoles Fotográficos”. Se ha recuperado el texto pero no las fotos.

Después de una variopinta vida laboral, desde la irresponsabilidad de un administrativo hasta la responsabilidad de ser conserje en una portería, por fin llegaba el idílico momento de la jubilación.

Idílico, codiciado, envidiado y a veces temido por personas que han sido siempre activas y temen que el tiempo se ralentice hasta el más profundo hastío.

¡Pero qué bien que lo llevo yo!

Ya en previsión de su llegada había ido adquiriendo una serie de hobbies que llenarían mi vacuo tiempo como es hacer la compra en el mercado que, ahí donde lo imaginas, es todo un mundo (piensa qué falta, elige el puesto, elige el producto, …).

A éstos he sumado otros como hacer la cama, pasar la escoba o el mocho, preparar las comidas más básicas, hacerme la cena, … ¡la de cosas que me había perdido en esta vida! Yo veía a mi mujer, siempre atareada y no imaginaba lo bien que se lo estaba pasando. Ella siempre decía, no me ayudáis, parecía regañarnos y lo hacía por nuestro bien, para que disfrutásemos tanto como ella.

Por otro lado, ha sido como volver a estudiar, si aún me funcionase la cabeza, entre documentales y concursos de cultura general, la de cosas que podría aprender.

Pero no todo es diversión, como echo de menos mis tiempos de administrativo, me ha dado por llevar la contabilidad de las compras con una hoja de Excel, ahora sé exactamente que gastamos en lechuga más que un hamster y en carne más que la aldea de Asterix y Obelix. Sé dónde venden más barato el aceite y dónde no se debe comprar la leche bajo ningún concepto, antes se ayuna.

En lo referente a mis ciclos vitales, sigo firme con mi disciplina, despertarme pronto, despertar al resto de la familia según los turnos establecidos, dormirme en el sofá tan pronto empieza la primera tanda de anuncios y andar de madrugada como un zombie para meterme en la cama.

Por cierto, vendo Ford Fiesta porque no me apetece conducir nunca más ¡qué cojones!