Colaboración que realicé en su día para «Los Miércoles Fotográficos». Se ha recuperado el texto pero no las fotos.
Se acabó la era de los sex shop, se acabó caminar cabizbajo por una angosta callejuela y hacer un abrupto giro al ver el reflejo del neón en el suelo. Se acabaron las miradas ‘yo también te he visto, no se lo contaremos a nadie’. Se acabó cruzar los dedos antes de salir para no cruzarte con un desconocido. Estamos en el S. XXI y el sexo está a la orden del día… bueno, en mi caso está a la orden del mes.
Ahora tenemos tiendas abiertamente dirigidas a la venta de objetos sexuales con hermosos escaparates iluminados perfectamente visibles cuando caminas por la acera a la vuelta de recoger a tu hijo en el colegio.
Bueno, no son exactamente el mismo tipo de tiendas, es cierto que se centran más en la lencería y en los juegos de cama, es como si las tiendas de ropa interior hubieran evolucionado, era el siguiente paso lógico, a fin de cuentas si quieren llevar lencería bonita será, entre otras razones, para llegar guapas al sexo, puesto que van a practicar sexo, quizás necesiten uno o varios de éstos artilugios o productos.
Para mi personalmente no ha implicado tanto cambio porque ya me ponían los escaparate de Etam.
Si puedes tener a tu pareja con un holgado pijamita de algodón, mejor con Snoopy que con Winnie de Poo que soy de los 70, para qué vas a ponerle un traje de cuero. Yo veo un pijama y pienso ‘quítaselo’, veo un traje de cuero pienso ‘sal corriendo, al sofá le han salido piernas’.
He mentido, no me da exactamente igual, prefiero éstas tiendas porque cuando entras en un sexshop y ves la retahila de miembros de latex, con todo tipo de formas y volúmenes, te pisotea una cabalgata de sensaciones, desde el rechazo hasta la curiosidad. Comienzas a recorrer el pasillo, sientes que no puedes competir. Comienzas a fijarte en los lubricantes, sientes dolor.
Recuerdo la primera vez que tuve un Rampant Rabbit en mis manos. Parecía algo tan sofisticado. Sentí pena, en serio, me daba pena no poder usarlo. Quería usarlo. No podía existir algo así y que no fuera de algún modo disfrutable por mi. A falta de pareja, solo había una solución. Pero como dijo aquel que se levantó con ganas de trabajar, menos mal que se me pasaron las ganas.
Por suerte, no tardas en reparar en la venta de disfraces y te re-encuentras con tus fantasías más habituales. Las sextillizas que trabajan de enfermera, policía, camarera conejita, la pornochacha, la colegiala, la brujita… total, si El Corte Inglés usa la misma modelo para todas las prendas de la semana fantástica, por qué no iban a hacer lo mismo ellos.
Así que ha llegado el momento de dejar a los hijos en las puertas de las tiendas, como perro en la puerta de la panadería, para explicarle al salir porqué papá necesita que mamá se ponga braguitas de encaje para ponerle la semillita en la entrepierna y empujarla con la punta de…